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Mostrando entradas de abril, 2011

Ana Paula.

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Aún siento que fueras la niña que tuve en mis brazos hace ya varios años, estoy recostado en el sofá esperando por ti, dejando una luz prendida para que sepas que te espero. Ahora siento la angustia que decía sentir mi madre cuando siempre nos esperaba, cuando siempre dejaba notar la luz intermitente del televisor reflejarse por la ventana de la sala. Sé que no llegaras a esta hora, porque el permiso que te di, o el que me obligaste a darte con esos besos tiernos, dura un poco más, son las dos y veinticuatro de la mañana y ya quiero que sea la hora de tu regreso. Tu madre esta acostada en el sofá, no terminó de ver la película que nos propusimos ver, pero la despertaré a tu llegada, así me lo encargo antes que entre en su expectante sueño. Nunca te lo dije, pero siempre quise que tú fueras un hombrecito, un varoncito que prolongue el apellido Domínguez a través del tiempo, un machito para enseñarle a patear una pelota e ir a sus campeonatos de fútbol y gritar en el estadio, pero cuand