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El Patrón

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El Patrón era así, algo descuidado al momento de meterse la camisa dentro del pantalón, dejándola desparramada por un lado y otro. Tenía una serie de tics, cogía y tiraba de un mechón izquierdo del cabello cuando pensaba en algo por más de treinta segundos, cuando por algún motivo algo daba vueltas por la testa. Hiperactivo, caminando por todo el rancho, yendo de un establo a otro, tenía la necesidad de saberlo todo, quería verlo todo, ese eran su afán, quería saber todo lo que él dirigía, a veces quería saber más allá de los que le correspondía, saber de las personas que trabajaban para él, si algunas de ellas tenía un enredo amoroso, si el capataz se revolcaba con la mucama, si la mucama sacaba los pies del plato, si la lechera tetona era de cascos ligeros y si podría entrarle ahí, quería saberlo no para botarlos sino con el fin de aplacar el morbo que a veces le carcomía el cerebro y lo ponía nervioso. En su biblioteca tenía tantos libros del comunismo que fácilmente llenaban

Rita la belle

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Rita mira a los muchachos sentados alrededor de la mesa, ellos ríen y beben el licor que seguramente durará toda la noche. Tony, Gustavo, Renato, y Luis son amigos de toda la vida, crecieron jugando en el parque que los reunía todas las tardes, ahora alrededor de una mesa beben el licor que va y viene de un lado a otro, acompañados de la mujer que alguna vez estuvo con cada uno de ellos. Rita siente cierta excitación de ver a aquellos chicos que en algún momento la desearon morbosamente. Sabe muy bien que no es muy guapa, pero siente cierta satisfacción de que aquellos muchachos, que se creen más bellos que ella, cayeran en sus redes, eso la dota de cierto poder, siente una sensación justo en la boca del estómago que fluye y acaba en la punta de sus pies. Ciertamente ella los escogió, ella quiso tenerlos, no al contrario, como seguramente presumen. Sabe muy bien que la tratan de puta, de perra, pero esboza una sonrisa maliciosa, porque ellos fueron más perros cuando la galopaban

Recuerdos imborrables

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La Señora se sienta cómodamente en el sillón que se deteriora con el tiempo, tiene la mirada fija sobre la tenue luz de la mañana que entra por la rendija de la ventana del balcón. Atrás quedaron esos días en que despertaba al lado de su esposo y disfrutaba junto a él y sus hijos de lo cálido de un desayuno. Quedaron en el olvido los días en que salía rápidamente de su casa hacia el trabajo, cuidadosamente peinada con el cabello hacia atrás, sobriamente maquillada, con una falda que le llegaban a la rodilla y una blusa blanca impecable. Su mirada no se aparta de aquella luz, son un poco más de las seis de la mañana y Sara, su hija, entra a su habitación. Llega con una bandeja roja, provista de una taza con chocolate, panes con mermelada de fresa y dos pastillas azules. La ayuda a comer con delicadeza, le acerca con cuidado la taza y el olor a chocolate de impregna en la habitación, aquel olor que años atrás se extendía por el salón de su trabajo y que siempre tomaba para comenza

Tertulia sobre ruedas

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Su enamorado nuevamente se comporta de una forma extraña, nuevamente desaparece del mapa, ella trata de justificar los hechos,   “lo que pasa es que tiene un carácter especial” . El punto clave es que lo que se interpone en su joven ilusión, y de repente aparece el consabido personaje y que muchas veces hemos tenido en nuestro camino, aquella dama que algunas veces hemos creído que existe, la mejor amiga o mejor amigo,   personaje que a veces termina confundido o confundida y acaba convirtiéndose en la representación viva de ese otro personaje que utilizó Lope de Vega para su famosa obra: "El perro del Hortelano". Los mejores amigos entre un hombre y una mujer no existen, siempre lo he creído, eso se rompe en algún momento, siempre alguien de los dos siente una atracción que no materializa por algún motivo. Cuando esa brecha se acorta y el miedo del rechazo ya no existe entre ellos, sucede lo de siempre, besos, abrazos y si toda la situación resulta desenfrenada las

Las mil y una ...

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Las botellas de cervezas iban y venían en el ambiente que se ponía cada vez más bohemio. Mientras que él volteaba a beber con sus amigos las ráfagas de luces aparecían, los tragos ya lo tomaban por sorpresa, el licor subía lentamente a su cabeza, su departamento estaba empachado con la música de los 80 que tanto gustaba escuchar, dos damas al frente del sillón, la enamorada de su amigo y una más del montón. En la otra esquina sus dos hermanos, un amigo de la infancia y una dama que alguna vez hizo suya en los alocados días de la universidad. Al lado del espejo dos amigos, un escritor y el otro un periodista los cuales intercambiaban opiniones sobre fotografía y negocios y él, un literato que celebraba sus treinta y pico, entre amigos, pisco y cerveza. Mientras Cerati sonaba, él cada vez más embalado iba de tumbo en tumbo a una y otro grupo. Le gustaba estar en el grupo de sus hermanos, siempre tuvo un aprecio infinito hacia ellos y creyó que aun siendo el mayor nunca fue un gran eje

Entre gatos y gatas.

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Detesto a los gatos, por alguna razón no los soporto, nunca he llegado al punto de maltratarlos, porque ante todo respeto a los animales, pero siempre mantengo mi distancia con estos felinos. El hecho es que no he encontrado ninguno que me inspire alguna ternura, salvo el Gato con Botas de Shrek ningún otro gato ha despertado en mí un espíritu protector ni amical. Cuando veo a uno de estos felinos las sensaciones se mezclan, por un lado una sensación de respeto que me invita a tener una distancia prudente, por otro lado una tufillo de temor, cuando los veo siento que están planeando algo, que esa mirada profunda que me clavan es porque están maquinando algo para saltar sobre mi y rasguñarme y destrozarme la cada o alguna parte de mi anatomía, que ya tienen en mente algo, que hacen planes mucho más rápido que yo, que tienen una mente mas calculadora, virulenta y maliciosa que la mía.   Cuando caminaba por las calles de mi barrio, pasó frente a mí un gato absolutamente negro, me de

El tiempo es violento

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Siempre me digo, voy a escribir tal o cual cosa, pienso en las situaciones, pienso en los personajes, pero todo se diluye en las situaciones que se me presentan, en el trabajo que ahora disfruto haciendo, pasando momentos excepcionales con mi enamorada, con mis amigos con los cuales la amistad sigue tan intacta como en los inicios lejanos allá por los ochentas, en los trabajos extras, en los libros, los cuales van llenando mi biblioteca algo flacuchenta, las historias de mis amigos, cada cual con su matiz cinéfilo; en todo lo que se me presenta y porque ya no puedo sentarme a escribir sin detenerme como lo hacía en mi trabajo anterior sin importarme nada. No sé de qué tema podre escribir, no tengo idea, solo me senté a escribir, quizás buscando un tema en el transcurso de mi escritura y justo se me ocurre en darme cuenta de los tiempos, que por ahí mis hermanos   se hacen cada vez mas adultos, que se acercan irreparablemente a la base cuatro; que yo me interno con fuerza a la bas