La tía papa y el tío. Los hijos de breña 2.

La tía papa. Era una señora que se acercaba a los cincuenta años, tenía una masa corporal amplia, extensa y muy fofa, unos cachetes descomunales y rollos de grasa que se desprendían de su abdomen, la señora era toda una publicidad ambulante de la dejadez humana por la grasa, el buen diente y el colesterol. Religiosamente posaba su humanidad en la puerta de mi colegio a las dos en punto, la hora de salida, esperaba por nosotros, ingenuos muchachos hambrientos del trajín diario de un día. Ahí estaba ella, apoyada en un poste y con una mesita ambulante que armaba y desarmaba cuando peregrinaba de colegio en colegio, una bandeja llena de pequeñas masas de papas arrebozadas que ella hacía llamar “papa rellena”, obviamente no tenía ni un misérrimo relleno, sólo era papa con un sabor enigmáticamente agradable que acompañábamos con mayonesa y ají aguachentos que tenían la particularidad de ser un buen acompañante. El precio de la “papita rellena” como la llamábamos, era de diez céntimos, con...