De ida y vuelta. Regreso al ruedo.

Siempre paso por mi blog y veo que los días de ausencia han avanzado mucho y muy rápido. Desde el pasado diciembre donde la cabeza me daba vueltas y escribía para salir de la prisión que significaba mi estancia en mi trabajo pasado no he vuelto a escribir mucho, casi nada. Si bien siempre había situaciones en las que necesitaba tener cerca mi computadora para sentarme y poder escribir, siempre las ideas se diluían con el pasar de los días y con las ideas que tenía que implantar en mi nuevo trabajo.
Cuando estaba em mi anterior trabajo me servía de la escritura para salir de esas cuatro paredes que me mataban, me estresaban y me sofocaban. Me molestaba la pasividad de algunos, las horas fuera del horario, el jefe del área del que nunca se podría aprender nada, los teléfonos, el cubículo, la lejanía, pero ya estaba ahí y había que hacer las cosas bien y descansar, porque algo bueno que había en ese trabajo era tus disposiciones de tiempo para: desayunar, reposar, almorzar, reposar, trabajar, reposar y luego podrirte en un cuarto de pocos metros cuadrados donde entraban diez personas (o quizá más) y bastante material de promoción. Me sorprendieron cuando me dijeron que había que estar un tanto de horas metido en un teléfono convenciendo a algunos chiquillos a que postulen y me podría la vida llamando, me podría la vida saber que mi ser no estaba diseñado para eso, que mi cerebro se atrofiaba y que necesitaba de hacer algo más productivo. No resistí y mi estancia duró ahí siete meses, fui feliz cuando me despedí de ese lugar, que los jóvenes del cono sur sigan postulando a esa universidad y traten de surgir, porque si algo conocí en ese trabajo es lo que para lo que nosotros nos parece el tramite natural del salir del colegio e ir a una universidad, para esos muchachos eso es un privilegio que de un salón de cuarenta alumnos, solo uno lo tiene.

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Cuando le paso la botella de cerveza a mi amigo, este me indica que se había dado cuenta que cuando estaba solo, sin enamorada, escribía más. Es cierto, cuando estas solo tiene esa desfachatez de escribir lo que sea, de exponer todo lo necesario y lo innecesario también. Cuando estas solo y la ruptura final fue desastrosa intentas mediante las líneas desfogar toda la frustración, todas las palabras que no pudiste decir, todas las experiencias buenas y malas que tuviste con ella; cuando estas solo miras atrás, muy atrás de tu vida, cuando recién te enamoraste y te preguntas que será de aquellas chicas que dejaste, a algunas las buscas, de otras solo te dan ganas de escribir, te dan ganas descubrir que es lo que pasó, y lo vas redescubriendo con la construcción de cada línea. Sí, cuando estas solo escribes más, cuando estas solo te refugias en algún pasatiempo para que no deje esos vacíos que antes tenías muy bien cubiertos con tu enamorada. Cuando estas solo tienes aventuras amorosas que te provocan contar, que te provocan escribir. Muy por el contrario, cuando estas con alguien, los momento son tuyos y los guardas con amor, no los quieres exponer. Cuando estas con alguien, quieres decirle que la amas, y das gracias por poder escribir no con un resentimiento y desfachatez alocada, sino mas bien con el corazón. Cuando estas con alguien, te divorcias por un momento de la escritura, y te casas con la experiencia viva de un beso.
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Mi barrio lo creo particular dentro de tanta homogeneidad. Tenemos las pistas algo chancadas como todos, tenemos las veredas algo desalineadas como los demás barrios, muchachos algo despreocupados en la esquina como en casi todos, personajes que deambulan con ojos desorbitados en la otra, un carro con el capot levantado siendo minuciosamente chequeado por algún mecánico. Pero lo particular de la cuadra cuatro de Mantaro es que de cuando en vez en medio de las salsas y regatones que se escuchan, resuena la melodía del bandoneón, el piano y el violín, junto a la voz argentina de Carlos Gardel. Esa esa la peculiaridad de un barrio como todos, las tardes se cubren con la elegancia de un tango, la finura de su baile, y siempre me digo, algún día aprenderé a bailar tango. Gardel sigue cantando y en mi vago recuerdo aparece en la casa del frente la silueta del señor Freddy (conocido en tiempos pasados por sus comentarios de tango en radio La crónica) con elegancia y cigarro en la mano. Esta cuadra de Mantaro tuvo la suerte de heredar su gusto por el tango y cada tiempo, su hijo, mi amigo José, nos lo hace recordar.

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Siempre hay que arriesgarse, al final no hay nada que perder, a veces seria bueno tener posibilidades de saber que pasara con las decisiones que tomamos, “que pasaría si, si”, “que pasaría si, no” y elegir el desenlace que mas nos guste. Pero no es así, la vida sigue una trayectoria lineal en las que los desenlaces que se desarrollan no vuelven atrás, siguen y no hay posibilidad alguna de saber que pudo pasar con otra decisión. Es el inicio de decisiones amorosas es donde puedes arriesgarte y donde menos perderás, que sería lo más dramático, que la chica en cuestión te diga que “no” y lo único que tendrías que hacer es voltear la página. No pierdes nada, pero nos negamos a esa opción, no nos gusta perder y muchas personas callan por siempre sin saber que posibilidades podrían haber tenido.

Comentarios

Moka ha dicho que…
Eso es verdad. Cuando sólo la soledad te acompaña y a veces te carcome, las palabras son muy buenas amigas. Te felicito por tu escrito, es bastante bueno, refleja incluso lo que siento algunas veces. O quizá siempre. Saludos.

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