Viernes R.

Luego de varias vueltas me encontraba sentado en la mesa con mi amigas S y B, también se encontraba P (un amigo de S que recién conocía) Estuvimos sumergidos en el bullicio del bar sintiendo una vez mas el sabor de la cerveza en mis labios Aun R no llegaba, después de uno y otra pregunta, de varios salud, varias risas, llegó, provista de una sonrisa y un provocativo y fulminante short. Después de salir de estado de coma pude sonreír y seguí tomando de la jarra de cerveza que aun seguía en la mesa.
Después de varios choques de copa pude soltar un poco más la lengua y le solté una que otra broma de las que suelo decirle. Era la primera vez que la veía en un ambiente muy distinto al habitual mientras la música seguía retumbando y las ganas de saltar cual resortes de nuestras sillas y empezar a bailar nos poseían poco a poco.
A la hora ya todos estábamos parados, bailando, con ella cruce uno que otro baile, sinuosas movimientos de sus caderas que yo acompañaba al ritmo de la música. Tenia libre acceso a su contorneada cintura, mientras que una mirada fulminaba cada movimiento que hacia con ella. P (el nuevo amigo que conocía) vigilaba con miradas esporádicas los movimientos de R, movimientos que me encantaron, movimientos que podían seguir sin trabas ni pausas. Fluía con cada música que bailaba con ella. Si digo que fui sin ninguna intención, mentiría. Cuando bailas y tienes un buen porcentaje de comprensión en el ritmo, suele ocurrir que las miradas se juntan, los cuerpos se acercan más y las ganas de no dejarlo en solo un baile te asaltan. Esa noche, esas ganas me tomaron por sorpresa.
En un intervalo de nuestro continuo baile P, algo avanzado en tragos empieza a contarme muchas cosas de su vida, que le va muy bien a base de esfuerzo y un montón de palabras que hoy se mezclan como sopa de letras y no logro recordar. Lo que si recuerdo es que me dijo la frase cliché que siempre he escuchado. Cuando menos lo esperas llega esa persona, lo mire extrañado, porque mantenía su mirada hacia alguien. Hablaba de R, la miraba como cuando vas de a pocos enamorándote de alguien.
Me decía que era una chica perfecta, y no solo hablaba de su físico sino que ella misma le gustaba. Por dentro me decía eso de que no habla de su físico es una falacia, y que era imposible que no se haya fijado en su físico, mi mas cruda forma de pensar me hace saber que todo entra por los ojos, primero me tiene que gustar y definitivamente R es una chica que no pasa desapercibida.
Pero ese discurso de que no hablo de su físico es el discurso de alguien que se encamina a la idealización enamoradiza hacia la señorita en cuestión.
Después de tal confesión y de verlo bailar salsa con R y ponerle tanto feeling al momento, mis planes de, quizás, tratar de atrasarlo sucumbieron. No era nadie para acallar los gritos de ME GUSTAS que salían de su corazón latiente a mil. Aunque aún quería bailar con R otra vez y moverme al ritmo de sus encantadoras curvas y propiciar algún evento desafortunado o afortunado, decidí irme y dejar la plaza libre, para que P, cual torero haga su mejor faena con la dama que ya le estaba quitando el habla.
Debo confesar que aunque se que P esta medio loquito por R, nunca podré quitarle la mirada cuando traiga esa minifalda ploma con esa pequeña abertura que me provoca una pequeña taquicardia.
Comentarios
saludos =D
ajjaa
tus ojos deben estar como locos cuando la ven