Antípodas. Parte 1

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Es lunes, abre sus ojos y ve por su ventana la tenue luz de la mañana, son las seis y aún no quiere levantarse de su cama. Prende el televisor y sintoniza el canal de noticias, candidatos presidenciales desparramando insultos uno al otro y muchas muertes por toda la ciudad. Desde que se mudo de su casa sienta una pereza más punzante, ya no tiene a mamá que le advierta la hora cada cinco minutos, baja el volumen del televisor, tapa nuevamente su cuerpo con el cobertor y se da el chance de dormir quince minutitos más. Media hora después despierta asustada, siempre es más de quince minutos, se levanta como puede, coge su toalla, cinco pomos mas de cremas y jabones y se dirige a la ducha. Mueve las manejillas y tempera el agua, se desprende de su ropa y el agua cae por cada centímetro su piel canela, mientras disfruta de ese instante se siente más libre, empieza a tararear con voz baja una melodía que por esos días se volvió recurrente, se siente en libertar de poder casi gritar la canción, ya nadie le dirá que se caye ni le tocará la puerta apurándola, ama esta tranquilidad y libertad de su departamento de soltera. “Cuéntame como te va, yo por aquí y tu por allá que volaa” Lo recuerda por un instante, siempre hay pequeños momentos que le carcome la angustia de saber de él, aunque ya separaron sus caminos hace mucho tiempo tiene la absurda idea de que hay la posibilidad de ser amigos. Sale de la ducha acompañada de su recuerdo, suena el celular, lo cree imposible no puede ser, quizás lo llamó con la mente, - Hola mi amor buenos días – en vez de la voz gruesa, firme y profunda, que desea escuchar, la vuelve a la realidad la voz suave y empalagosa de su actual enamorado, no puede ocultar su decepción – Ah hola buenos días – él se da cuenta de su desanimo por los saludos – ¿Pasa algo? - ella se da cuenta lo que está haciendo y al instante deja todo claro – no mi amor nada, buenos días -
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Es lunes y se levantaba con rezagos de un domingo pendenciero de resaca. Su despertador suena pero él no se inmuta, voltea para el otro lado de la cama estira su mano coge su celular, abre un ojo y apaga con dificultad la alarma, sigue durmiendo, son las ocho y los minutos pasan veloces. Su hermana le pregunta si ira a trabajar, voltea a mirarla – se supone - se incorpora, ve el reloj, son las nueva de la mañana hora en que debería estar en su trabajo, pero nada perturba la tranquilidad de levantarse. Con una gran parsimonia, sobándose los ojos coge la toalla, y se dirige a la ducha, abre las dos manejillas el agua sale tibia y él se apresta rápidamente a que corra el agua por su humanidad, se queda un rato sin moverse, como tratando de quitarse esa mala resaca que tiene encima y recreando algunos momentos de la noche anterior que se perdieron, sigue preso de esa quietud y delicia de sentir el agua pasear por su golpeado cuerpo, no desea moverse, no quiere iniciar la horrible rutina de todos los días, la horrible rutina de la que ya se siente agobiado.
(continuará)
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