Free Weekend


Los free wekend son muy esperados por mi, son fines de semana en donde se junta alcohol, carro, velocidad y diversión extrema. Comienzan usualmente a las 9 de la noche y donde parece esperarnos todos los locales de nuestra gran Lima. Obviamente no seria lo mismo sin mi amigo del alma, ese que dice si a toda aventura y con el cual la diversión esta asegurada.

Acompañados de la velocidad de el verde con su loco conductor me enrumbo a las pistas de Lima en busca de diversión. Esa noche no pudimos salir más temprano, puesto que el verde tenía una misión que cumplir, tuvimos que esperar hasta las 1 a.m.
Provistos de cerveza y cigarros, esperamos hasta la 1a.m dentro de la nave.
Ya a esa hora fuimos a la que ya es casi nuestra segunda casa, El Tizón, ahí Jason nos esperaba como todas las noches.

Cogimos una mesa y empezó a llegar la cerveza, mientras que nuestro local barranquito y bohemio se iba llenando poco a poco con gente de todo tipo. Estaba el borrachito gilero, que buscaba un beso por todos lados, incluso se sentó en nuestra mesa floreando a una amiga, obvio que lo expectoramos en una. También estaba el patita con los dreads, el cual siempre pide reggaeton recontra antiguo y que se encierra en el baño por buen rato. El pankeke vestido absolutamente de negro, con una mirada vigilante. Las chicas solitarias sentadas en una mesa, a las que nuestro esfuerzo por conversarles se frustro por su pronta partida. No dio tiempo para ese juego de miradas que siempre es el primer paso. Y las siempre e infaltables parejitas féminas, que acompañados de un rock ochentero, se dan besos apasionados en la barra, y yo presente en esa barra.

Luego llegaron amigos que habían estado en otro tono, celebrando el cumpleaños de una amiga, y se sentaron en la mesa, ahora éramos un grupito más grande. No se porque pero casi siempre las noches las acabamos en este bar, creo que es un sensación de tranquilidad y de confianza que se ha generado. En El Tizón fue donde conocí a la chica que ese día cumplía años y en una noche supo toda mi vida amical y amorosa, es decir hable yo y todo el licor que llevaba encima.
Después de varias canciones, paso algo inusual en El Tizón, pusieron salsa, obviamente salí a la pista de baile y baile con la cumpleañera, y al conforme sonaba música, mas gente se iba yendo por lo avanzado de la hora.

Luego esta cumpleañera pidió mi compañía para comprar al frente unos sanguches que, no se pero estos sanguches son buenos, tienen un sabor muy particular (Esto de salir y comprar se va haciendo rutina cada vez que vamos al bar). Salimos y ella hizo el pedido, pensé que seria un sanguchito, luego de un rato le dan 4 señores sanguchones, y me hizo cargarlos en cada mano. Si mi estomago hubiera estado lleno, eso no hubiera significado ningún sacrificio, pero no había comido mucho que digamos. El camino del puestito al bar me pareció el más largo del mundo, ahí esta yo, cargando en cada mano sanguches que despedían unos aromas exquisitos, sin poder ni siquiera mirarlos. Fue un sacrificio muy grande del cual no me olvidare muy fácil.

Fue una noche de esas veloces, que en las que un momento estas en una calle, al otro estas en un bar y al otro en una discoteca. Luego estas saludando a una buena amiga por su cumpleaños, y haces unos salud con amigos de verdad y piensas que eres dichoso por conocer personas excepcionales con las que puedes chocar un vaso y dichoso de poder cruzar la pista con una amiga, que con su sonrisa me hace sentir que aun es temprano y la noche puede seguir, y con el olor de su sándwich me vuelve a la dura realidad que son las 6 AM, que ya tengo hambre y es hora de irme a casa.

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