Dos minutos de terror

Las líneas de los celulares estaban caídas, nadie podía comunicarse, y conforme avanzaba por las calles limeña, veía pánico en los rostros de la gente. Veía gente en la puerta de los grandes edificios, sin luz, que solo se iluminaban con solitarias linternas. Gente desesperada buscando un micro que los lleven a casa, mucho más tráfico de lo normal y gente que aún no quería entrar a sus hogares.
Llegue a mi hogar, toda mi familia se encontraba bien y vi en las noticias que solo se habían informado de la muerte de dieciséis personas y que fue un terremoto de 7.9 grados, que sacudió la costa peruana. Me fui a dormir un tanto aliviado porque las perdidas humanas, si bien dolorosas no habían sido muchas y me sorprendió que de una noche a una mañana el número de muertos aumento a trescientos, ahora a quinientos y sigue en aumento. A la luz del día nos mostraron la verdadera dimensión de lo acontecido, todo el sur estaba destruido y el numero de fallecidos no tenía un limite.
Ahora le tocó vivir el infierno a esta parte de nuestro Perú, a Ica, Pisco, Chincha y muchas otras zonas y creo saber el porqué nosotros los limeños no hemos sufrido tanto esta catástrofe, porque ahora nos tocó AYUDAR.
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