Una mejor visión.

Tuve la oportunidad de verme, de ver a ese yo anterior, el yo enamorado, el yo ciego, y me di cuenta de muchas cosas. Era demasiado dulce, era una melcocha andante, al verme, la diabetes se hizo grande, y el ahora, agrio y menos dulce yo, lo reprocha y se avergüenza.
Ahora aprendo de todo lo sucedido, me arrepiento de no haberme amargado nunca con ella, de no haber mandando al carajo todo sus estupideces por alguna vez, estupideces que no tenían ni pies ni cabeza y que me las adueñaba como si fueran mi rollo, de no haber choteado niñerías tontas; de haber hecho el ridículo delante de otras personas con el afán de solucionar sus problemas sinrazón, problemas propio de niña engreída.
Me arrepiento de no querer pasar un día peleados, siendo lo justo y necesario dejarla con la palabra en la boca e irme; de no haberle colgado el teléfono por lo menos una vez; de haberme dejado poner en el asqueroso dilema de elegir entre ella o mis amigos, por consiguiente, alejarme de mis amigos, personas que no merecieron ver mi espalda en algún momento y de olvidarme de esas reuniones interminables de mi promo.
Me arrepiento de no haber empezado una pelea, de querer ser perfecto, de querer ser el perfecto estupido chico enamorado que nunca pelea y de vivir en una burbuja que ahora se torna insoportable.
Ahora soy la antípoda de ese yo que algún día todas las chicas calificaron de tierno, aunque algunas chicas me siguen calificando así, ya no voy al cine un sábado por la noche sin dejar de dormirme, de aburrirme; no hago paseitos recreativos a algún club; no veo películas en casa de alguien (solo en algunos casos donde si es necesario); ni soy el típico chico casero que busca hacer, con alguna amiga, seudo salidas de enamorados.
Cuando S se sentó conmigo en mi local barranquito, me abrazaba y me contaba el día perfecto que había pasado con su amigo, un día de campo, un día de sol, un día tranquilo. Pero sin embargo con el amigo campestre nunca pasó nada, mientras que conmigo se envolvía en esa oscuridad de la noche y en lo fresco de esa aire madrugador, en besos que quizás merecía más aquel chico lleno de sol y campo, que éste su servidor bohemio y solo.
Le decía que jama iría con ella al campo, que no montaría ese teatrín de vida perfecta de enamorados, que no actuaría ni me transformaría en ese papel que algunas chicas quieren que interpretes. En cambio, le dije, sería su clandestino, su parte mala, su chico solo y loco, que conmigo disfrutaría de noches en donde el final es insospechado, que pasaría noches inacabables y que sin llegar a actuar, disfrutaríamos de ser nosotros mismo.
Generalizando un poco, creo que muchas chicas prefieren a un chico malo, que sin buscar nada serio, les hacen pasar ratos geniales. No gustan de un melcocha asqueroso, que al ver un sunset derrama lagrimas (película Al diablo con el diablo en una de sus transformaciones). Aún no sé cuanto más me apegue al prototipo de chico malo, quizás hasta que llegue la chica que apacigua las aguas de mi vida, que aún siguen movidas.
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Bendiciones
Bye